El Estado de Derecho después de 1978 es una nueva tentativa para que el ciudadano sienta más cercanos a los hombres y a las mujeres que velan por sus derechos

Esta obra no es un libro de abogados estrella -que también los hay-, ni hace diferencias. Los años de ejercicio y el día a día actual de cada letrado hacen que el sector jurídico profesional sea uno de los más legitimados para valorar los avances normativos, desde 1978, en todos los ámbitos de la sociedad, también, para comentar los fracasos que sean interesantes de recordar. Auténticos defensores de nuestro Estado de Derecho, desde su actuación como profesionales liberales, nuestros abogados son los mejores críticos constructivos y aleccionadores que, sin estar en los organismos del Poder Judicial, protestan a través de sus respectivos colegios ante cualquier injusticia social. En estos 30 años ha tenido buena muestra de todo ello.

Algunos de los hechos se recogen en El Estado de Derecho después de 1978, como Testimonios para la Historia. El silencio de los juristas, o el conformismo, son un freno para el desarrollo o la adecuación de las leyes que la sociedad requiere con urgencia para progresar. El jurista debe pronunciarse siempre. Los poderes del Estado han de estar atentos a la voz sabia y práctica de los profesionales independientes. Ellos y ellas son los auténticos maestros de las ciencias jurídicas.

Nuestro Estado de Derecho y nuestro Poder Judicial tienen una legión de juristas españoles a su lado, tanto para alentarlos como para exigirles desde la fidelidad y la voluntad más positiva de progreso. El Estado de Derecho después de 1978 es un testimonio para la historia que los historiadores de mañana deberán tener a mano.

Personajes que han hecho posible El Estado de Derecho después de 1978